Necesito un pellizco para saber si estoy o no estoy. Tal vez lo que necesite sea una bofetada para así comprobar si siento algo o no. Estoy en un mundo paralelo en el cual todo es bonito, pero lo que no sé si ese mundo que yo considero paralelo es el mundo real o no. Necesito saberlo por qué de ser real quiero seguir sintiendo lo que siento, pero de no serlo quiero seguir en la paranoia en la que me encutro.
Me tiembla la voz cuando hablamos, y apenas hemos hablado más que de casualidad. Me tiembla la mirada sólo con pensar en su mirada, la cual no sé si será suerte o desgracia conocerla, pero como ella dice, será una suerte conocerla. Seguro que me tiembla el cuerpo en ese preciso momento en que nos crucemos las miradas, seguro que hasta la piel se me pone de gallina, pero por desgracia no lo sabré hasta que llegue ese preciso momento en el que ambos nos encontremos frente a frente y será entonces cuando sienta por todo mi cuerpo diversos temblores.
Tengo la duda si también le sucederá a ella. ¿Ansiará el encuentro tanto como yo lo ansío? Sólo quiero pensar en que sí, que ella también necesita este encuentro que cada vez está más cerca. Ya quiero que la distancia se rompa de una vez por todas.
A medida que voy escribiendo, no sé si estupideces de alguien enamoradizo o no, me vienen nuevos pensamientos a está cabeza desordenada ante las emociones que el interior de mi pecho sienten. Escalofríos. Escalofríos cuando nos rocemos, accidental o intencionadamente, cuando sus labios rocen mis mejillas, cuando mi brazo corresponda a su cintura... cuando la vea y me diga "hola, soy yo".
¿Miedo? No, no siento miendo, en absoluto, y tampoco siento temor. Lo peor es que todavía no sé lo que siento de cara a ese encuentro, por qué tengo la cabeza pensando en la que no sé si será.
Ya queda menos, tanto que cuando acabe de escribir... menos quedará.
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