El suicida nocturno se vistió nuevamente de negro oculto tras su máscara de sinceridad. Los múltiples enemigos que surgían de entre la destellante oscuridad de una noche de noviembre no consiguieron cegar en función de sus intenciones a nuestro personaje, más cuerdo y lúcido de lo que ellos pensaban.Tras un breve momento de intimidación y de despiste, en el cual fue más grande la gloria que la pena del momento hasta que tocó su fin, todo regreso a una extraña normalidad cubierta de un tupido manto de dudas.
Un fresco y espeso líquido inundaba su cuerpo, pero el veneno, tras el mordisco de la manzana, de deslizaba por el interior de sus entrañas hasta conseguir que se tornaran de coca-cola sus pupilas a un extraño color de frenesí, lujuria y pasión.
La dama que permanecía escondida en la más tenebrosa esquina de la indiferencia, surgió de su letargo para enfrentarse con la indiferencia que la había ocultado en el rincón tras los penosos momentos sumida en un recuerdo olvidado, donde la espesa niebla artificial que desteñía el paisaje no dejaba ver más allá de las zonas en las que azotaba el viento.
El secuestro de la libertad ha tenido lugar, esclavizando las armas para no enterrar el hacha de guerra en los momentos de una inexistente tregua.
El campo de batalla no reconocía la cara de sus aliados, no conocía la cara de su más odiado enemigo, tan sólo conocía la cara de sufrimiento mientras la sangre emanaba de sus ojos y era supurada por todos y cada uno de los poros de la piel.
Tras un largo paseo por la sala de espera, se llegó a un indescriptible momento de paz y relajación tras una larga lucha contra una plaga de mercenarios que se compraron a duras penas por escasas monedas.
El dolor consiguió emanar en el momento de gloria y desconexión para permanecer por mucho tiempo con el alma del guerrero mientras el sol salía y terminaba esta batalla.
La guerra sigue ahí.

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